No me sigas, tristeza.
No me persigas por la ciudad.
No te sientes a mi lado cuando tomo café.
No te quiero junto a mí cada tarde.
No quiero nada contigo.
No insistas cuando sabes que quiero estar solo.
Tampoco quiero que camines conmigo
de regreso a casa.
No entres a mi casa.
No me mires así mientras leo.
No pretendas enamorarme.
No te rías de mí.
Pero, sobre todo, no digas que tu nombre
es el de ella.
No me persigas por la ciudad.
No te sientes a mi lado cuando tomo café.
No te quiero junto a mí cada tarde.
No quiero nada contigo.
No insistas cuando sabes que quiero estar solo.
Tampoco quiero que camines conmigo
de regreso a casa.
No entres a mi casa.
No me mires así mientras leo.
No pretendas enamorarme.
No te rías de mí.
Pero, sobre todo, no digas que tu nombre
es el de ella.
Al final, el nombre de la tristeza es el único fiel, el que siempre pronunciamos, el que nos acompaña hasta el final. Aunque se lo haya robado a quienes conocimos.
ResponderEliminarAbrazos, siempre